El PSOE y la terrible atracción al pasokismo

buripsoeHace escasos días concluía una entrevista para el canal Class CNBC italiano indicando cómo el riesgo del PSOE frente al nuevo escenario postelectoral previsible era el de acabar como el asno de Buridán, falleciendo víctima de su indecisión a la hora de elegir. Acostumbrado durante décadas a tener todo bajo control, ha sido incapaz de darse cuenta de que las recetas mediáticas se le han ido quedando viejas. Sus asesores de campaña dan la impresión de ser un anticuado equipo de publicistas que no son conscientes de en qué medida resultan estériles sus propuestas cuando no se atiende debidamente a las condiciones cambiantes del mercado. El espacio a su izquierda se ha vuelto líquido, informe, en permanente mutación y transformación. Para colmo, persisten en su empeño de seguir echando leña al fuego en medios que alcanzan a un sector social que, por edad y por estatus adquirido, resulta un terreno poco apto para ganar acólitos. A la vez, esta actitud invalida la credibilidad necesaria para penetrar con fuerza en otras esferas, donde es preciso contar con colaboración más participativa y espontánea. Sus fieles seguidores, como le ocurre a los de la derecha, tal vez inducidos por consignas, se mueven torpemente, lanzando con insistencia panfletos virtuales en los comedores de las casas de amigos y enemigos, obligándolos, en el peor de los casos, a que dejen de seguirlos.

Pero no son éstos los principales problemas. Si el presente ciclo electoral se abre con el peregrinaje al Caribe, sólo cabe sospechar que el temor y la desesperación han alcanzado cotas considerables. La fórmula lleva a sus espaldas un periodo de tantos meses que cualquier asesor inteligente debería haber advertido del rien ne va plus. A menos, y es lo único que podríamos deducir, que se esté respondiendo con una guerra de trincheras, a la defensiva, intentando no causar más bajas a través de ese empleo de clichés, estereotipos y estrategias del miedo, destinadas a quienes ya les votan.

En todo esto, la ilusión ha cambiado de bando. El PSOE quemó parte de la munición de su anterior programa en absurdos tanteos demoscópicos, sin darse cuenta de que había que construir en breve un nuevo discurso de campaña. Si pensaron en la eficacia de los medios a su favor para trasladar la culpa de sus propias contradicciones a Podemos, pecaron de ingenuos. Si confiaron en la contundencia de dañar la imagen de Pablo Iglesias repitiendo su nombre insistentemente en determinados contextos, mientras periodistas afines añadían los adjetivos pactados, se olvidaron de ocultar la tramoya. En cualquier caso, la incógnita por resolver es si van a saber reaccionar desde su actual bohío.

Ahora bien, nos queda otra posible interpretación en el aire. Tal vez la imagen del asno de Buridán no sea el emblema que verdaderamente les corresponde. En el fondo, hay una forma de desalentar al votante que busca una alternativa al gobierno del PP y que ha dejado de identificar en los socialistas tal opción: coaccionarlos. El PSOE se había erigido durante decenios, casi por antonomasia, en el intérprete de este rol, pero ahora parece dispuesto a hacerlo por decreto ley. Asumido el riesgo del abismo, han dejado de mirar el precipicio escondiendo la cabeza bajo tierra. El miedo al vacío ha sustituido su atracción por la del pasokismo. Acuñemos el neologismo, pues se prevé útil de ahora en adelante. Optar por la gran coalición, y más aún a destiempo,  es hacer invisibles a los más de 6 millones de ciudadanos, y a parte del propio electorado, que reclaman otro tipo de respuestas políticas y que de inmediato estarán pensando en aquello de la copla a la que los conduce el razonamiento: ni contigo, ni sin ti. No deja de ser curioso el que el PSOE se haya equivocado tantas veces recientemente a la hora de tomar sus decisiones, pero lo más paradójico es que casi siempre lo haya hecho desde una lógica que implica altas dosis de arrogancia, presuponiendo el tener siempre todo bajo control. Nada impide el que estos votantes reaccionen de forma contraria y busquen una nueva mayoría que prescinda de unos socialistas que no se declaran dispuestos a tutelarlos.

El PSOE, que tal vez ante las inminentes reacciones negará, aunque la suerte esté ya echada y a todos les resulte evidente, parece dispuesto a la definitiva transformación pasokista. Un ridículo golpe en la mesa, un intento desesperado por agarrarse, de nuevo, a otra rancia receta: la de un voto útil que ahora quieren presentar como forzado, como una condena a hacernos pasar por el aro. Demostrarnos, en el fondo, que no se puede, pero ahorrándose el tener que decirlo explícitamente, ya que eso se vería como un regreso, aún más imprudente, a la justificación inicial de esta crisis. Sólo que intentar cortar en flor las esperanzas no se diría lo más aconsejable. A la gente, y más cuando se acumula malestar y enfado, le gusta elegir. Los comportamientos estalinistas parece que han cambiado también de bando.  En plena exasperación, la carta del chantaje está destinada a causar el efecto opuesto. Ahora, sólo a Unidos Podemos le corresponde la tarea de enfrentarse a las políticas neoliberales que hasta diciembre Pedro Sánchez afirmaba combatir. La supervivencia del PSOE queda en las manos de los más fieles que, por circunstancias, se identifican, directa o indirectamente, con el aparato de partido. Tal vez así, los poderes tengan más margen para intentar dar el necesario empujón al PP sin dañar la rueda de repuesto para el futuro que parece ser C’s, quienes hasta ahora podíamos supuestamente definir como el principal chivo expiatorio, sobre todo si leíamos entre líneas unas siempre sospechosas encuestas en las que todos parecían subir.

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