La tormenta perfecta

Cuando se acorrala a los adversarios contra las cuerdas hay que estar preparado para su reacción y saber que se pueden convertir en imprevisibles. Al inicio de la última legislatura de Rajoy, un voto como el que se ha obtenido hoy parecía poco probable. Potencialmente, existían las premisas, pero los consensos habrían tenido que ser mucho más  trabajados. Sin embargo, empezó a pasar la apisonadora y de pronto ya teníamos decidido el pasado, el presente y el futuro. Para deleite de perezosos, no iba a hacer falta ni siquiera molestarse en votar. Incluso los conflictos abiertos parecían cerrados por decreto ley.

Cuando tras la sentencia Gürtel se presenta la moción de censura, no había rincón del mundo en que no se considerase a Pedro Sánchez un cadáver político. Me costaba trabajo advertir de que la moción podía prosperar y que, aunque iba a ser un marrón para el PSOE, iban a cerrar filas porque es lo que tocaba. Cierto, para Sánchez era un doble o nada, pero era evidente que C’s tenía que abrirse hueco a su izquierda si querían macronizar a su líder y no quedaban otros caladeros donde moverse con éxito.

Vista la situación, volví a reparar en la metáfora ajedrecística del zugzwang: el momento era muy delicado y quien moviera ficha se arriesgaba a perder la partida. Para el PP y para Rajoy todo era puro instinto de supervivencia. Seguir en el poder era prolongar una agonía aceptada a cambio de conseguir limitar daños. Les bastaba con saber que su herencia se quedaba en buenas manos: un antagonista imaginario que les iba a seguir cubriendo las espaldas para el borrón y cuenta nueva.

Sólo que C’s, en su puja por ocupar el espacio vacante de la derecha, se había pasado de revoluciones y desde la periferia nadie veía con buenos ojos una consumada eclosión de un partido con sobredosis de 155. Y es que, el punto débil de Rivera ha sido desde el principio no asumir los límites de su discurso en importantes áreas del territorio español.

Sus gafas de ver españoles y su himno con letra son horteras en la misma medida que es rancia la versión que pretenden suplantar. No saben construir un nuevo imaginario, porque les gusta el que hay y, como el PP, lo renuevan: Viriato, Don Pelayo, Isabel y el Ministerio del Tiempo (por el que no es casual que se cuele un Torquemada bueno). Es difícil salir del propio atolladero de la conciencia y esa les dicta un imaginario impuesto, sin concesiones. Por su ideología los conoceréis (y no me refiero a la política, sino a la representación de la realidad que ven desde sus gafas privilegiadas).

Verse forzado a mover ficha es malo. Efectivamente, Rivera, preocupado por sus delirios demoscópicos, aceptó el segundo órdago -el primero fue el de Pedro Sánchez al presentar la moción. Y lo hizo porque, en ese mecanismo de relojería, Pablo Iglesias había complicado aún más la posición en el tablero. Hasta el punto que, yo mismo, al leer que apostaba por las elecciones anticipadas si no prosperaba la propuesta de Sánchez, pensé que se trataba de una fake news.  Con los tiempos que corren, uno no se espanta de nada, pero después todo iba a cobrar coherencia. Y claro, C’s no se podía quedar sin defender su más ansiada recompensa. Se olvidó de que si mueves ficha, pierdes; y picó en el anzuelo. Se acababa de desatar la tormenta perfecta. Era el empujoncito que necesitaba el PNV para retratarse, porque a ellos también les gusta su estatuto y no quieren que Torquemada se lo cercene: las anticipadas sólo las evita un gobierno.

Visto ahora todo el proceso, resulta ineludible acordarse de cómo la llegada al poder de Mario Monti, fuera de lo que supusiera su mandato, cambió las reglas del juego en el mapa político italiano. En España no va a haber un gobierno técnico, pero recordemos que el PP ha conseguido mantenerse a fuerza de campañas de miedo a la ciudadanía y toda esa parafernalia se va a disipar. Idiotas serían los nuevo accidentales aliados si llevaran al país rápidamente a nuevas elecciones. La situación es win-win. Cuanto más dure, mejor para todos los implicados. Lo que significa, además, que todo el trabajo propagandístico a favor de Rivera se fue en pocas horas por el desagüe (toca empezar da capo).  Nunca se hizo más con menos medios. Sólo queda acabar con un provocador ¡viva la inteligencia!

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